Dentro de lo que algunos definen como el “invierno demográfico” que esta afectando todo el continente europeo de forma severa (y que se caracteriza por el progresivo envejecimiento de la población y por tasas de natalidad muy bajas), hay países y regiones que mas que otros lo sufren; España (que según la ONU en el 2050 será el tercer país más viejo del mundo) lidera – con otros – las estadísticas en este sentido; son muchos ya los que reconocen que, efectivamente, se trata de un verdadero problema de estado. España se configura como un país cuya poblaciòn se concentra en unas grandes ciudades, que siguerán creciendo, mientras que el desierto a sus alrededores avanza imparable.
En este sentido, como magistralmente nos cuenta Sergio del Molino en su ultimo libro («La España Vacía: Viaje por un pais que nunca fue«) las dinámicas demográficas españolas representan una verdadera anomalía en el panorama europeo.y, dentro de ella, Galicia es una de las comunidades autónomas que está siendo afectada, y de forma muy preocupante.
Que es Galicia? Pues sobre todo su gente (2.700.000 habitantes aprox, 2014). Y el 70% de su gente vive en el 6% del territorio.
En 1850 la población gallega era el 11% de la total española: hoy no llega al 6%
Con una tasa de natalidad de 1 (cuando la media europea es de 1,3, y tomando en cuenta que lo optimo serian 2,1), una de las más bajas del planeta, Galicia se enfrenta a una situación alarmante, que, a largo plazo, puede comprometer su futuro colectivo. Si es cierto que un país es, finalmente, su gente, al desaparecer este elemento lo que también se pierde es cultura, tradiciones, identidad (todos conceptos muy importantes dentro de las cultura locales). De toda Europa, Galicia es la región de idioma y cultura propia que menos hijos tiene, y perderá 147.751 habitantes en los próximos diez años si se mantienen las tendencias demográficas actuales, lo que supondría perder el 5,3% de la población y que el total se sitúe en 2.613.978 en enero de 2023 (INE).
La población de Galicia ha crecido a ritmos más moderados que el resto de España a lo largo de todo el siglo XX, y la emigración jugó un papel clave en este proceso. Así como la más recién crisis económica del 2008.
A pesar de lo imaginado, quizás, el 92% de la población activa en Galicia está vinculada con los sectores de los servicios o con la industria, haciendo de Galicia, hoy, un país mayoritariamente urbano, articulado en un sistema de ciudades policentrico.
Hoy el INE indica que el número acumulado de defunciones superará al de nacimientos en la próxima década en Galicia, hasta arrojar un saldo vegetativo de -16.007 en 2022, lo que supone que se producirán 16.007 muertes más que nacimientos ese año. Los índices de envejecimiento de la población gallega son más elevados que los españoles y que los de la Unión Europea, y solo en Galicia las personas de 65 años en adelante representan más de la quinta parte de la población total. En 1850 la población gallega era el 11% de la población española: hoy el 6%. De los 314 municipios hoy, 2015, los ayuntamientos con un saldo natural positivo son 33, el 10%, y la mayoría situada a lo largo del eje atlántico.
En definitiva, muchos menos, y más viejos.
En este escenario, la geografía y el territorio gallego (que diferencian Galicia del resto del territorio español, en particular por su característica dispersión y fragmentación poblacional), juntos con las políticas publicas implementadas a lo largo del tiempo, han jugado un papel clave; por lo general, el eje oriental ha sido lentamente abandonado, y con el lo que hacia de Galicia un país rural: el campo. La atención se ha movido con el tiempo hacia la costa, hacia el mar y sus recursos, afectando los flujos demográficos internos y las dinámicas poblacionales, y creando una dicotomía (Galicia oriental y Galicia atlantica) que hoy se consolida a raíz de la despoblación: esto crea literalmente dos Galicias: la primera, donde se concentra el 80% de la población y del PIB, y una segunda, olvidada. El interés de este proyecto se centra en la segunda.
La despoblación, a parte tener importantes consecuencias económicas y sociales, también afecta al territorio y a la geografía, y, en Galicia, esto se nota y se irá notando a medida que no se pare la involución demográfica. La reconfiguración territorial consecuente al abandono de importantes partes de fincas y de monte, con el abandono de las actividades agropecuarias tradicionales, están llevando a una perdida del paisaje tradicional, si entendemos que “el paisaje es el resultado del encuentro de la naturaleza con la cultura” (S. Lamas 2004) donde en riesgo es la desaparición, en efecto, de valores culturales. La mutación paisajística que deriva de la despoblación y del abandono puede que no genere graves consecuencias medioambientales (es más, estudios recientes demuestran que la despoblación favorece la biodiversidad), sin embargo los lugares pierden toponimia, volviéndose superfluos, mientras que la perdida de identidad y cultura, junto con la la homogeneización del territorio, son fenómenos significativos que no se consideran lo suficiente.
Desde un punto de vista económico las consecuencias sociales del abandono de la mitad oriental del país que, como vimos, se está transformado prácticamente en un asilo, tienen que ver sobre todo con el porcentaje de gasto publico destinados a pensiones, y sobre todo, a los gastos sanitarios; desde un punto de vista social, el substancial abandono de segmentos de población mayor, junto con la falta de perspectivas, deprime, aísla, y no contribuye al dinamismo y a la revitalización de la comunidad.
Hoy, las provincias orientales de Lugo y Ourense son las que de forma mas severa están sufriendo la despoblación, el envejecimiento y el éxodo rural; se perderán 81.000 habitantes de aquí al 2021, igual al 3% de la población, y Lugo e Ourense los que mas perderán: respectivamente el 6,7% y el 6,3%. La desertificación oriental avanza. Además, si la incidencia de la población superior a los 65 años es alta en toda la Comunidad (18%), en estas dos provincias alcanza valores alrededor del 25%.
En Ourense de las 3.690 aldeas, casi 2000 tienen menos de 12 habitantes; alrededor de 300 cuentan con 1 o 2. Ourense, la provincia menos poblada, pierde otro 1,2% de su población en 2014. De los 92 Concellos de la provincia de Ourense, solo 7 registraron un aumento poblacional en el periodo 2000-2015.
Cual es el destino de estas provincias en términos de desarrollo, es decir, de (casi) toda la parte oriental de la comunidad, más allá del turismo rural? Que alternativas al abandono y a la decadencia se plantean las administraciones? Están realmente condenadas a la despoblación, a la emigración, y al envejecimiento? Estamos suficientemente conscientes de este “suicidio demográfico” y dispuestos a aceptar las consecuencias?
Frente a esta preocupante situación no hay prácticamente ningún tipo de respuesta efectiva puesta en marcha. Es más, la despreocupación demográfica es muy evidente, a todos los niveles, y no se generan ni inquietudes ni menos respuestas a este preocupante fenómeno. La indiferencia colectiva frente a esta tragedia, junto con la necesidad de sensibilizar alrededor del tema, es la que mueve y justifica este proyecto documental. Galicia se vuelve una comunidad aún más dual, este dualismo se acentúa inexorablemente con el paso del tiempo, y la despoblación parece realmente un proceso ya irreversible.